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viernes, 3 de agosto de 2007

Mi invierno comienza en verano

La ciudad se alejó de mí como un rayo, me recordó a las películas, o a los videoclips, ese efecto al que tantos recurren de alejar los objetos a cámara rápida mientras en primer plano una cara queda estupefacta, como sale también en El Señor de los Anillos cuando Frodo se pone el mismo, mientras, delante de mí, avanzaba con paso firme hacia la más absoluta oscuridad, tan sólo se veía una cima oscura, cubierta de bruma...
Hay que cargarse de valor, me dije, y allí me dirigí, con el espíritu helado mientras sentía el picor del intenso calor en el exterior, es una sensación extraña, como un intenso frío y un intenso calor no producen la templanza, por mucho que estén en contacto, deberían de revisar las leyes de la Física, en fin, pensé, tendré que aprender a sufrir en este viaje...

-¡¡Concéntrate!!, ¡¡espabila de una vez!!.- mi mente luchaba por hacer que todo funcionara, pero yo me sentía como si me hubiera extirpado un trocito de mí. No, no es lo que estáis pensando, no sentía como si me hubieran extirpado el corazón, entonces simplemente dejaría de latir y moriría, era mucho más que eso, una región nimia del cerebro, el tálamo, su labor es hacer que los sentidos funcionen, de esa parte estoy hablando. Como lobotomizado seguí hacia delante, con el paso firme del que no mira hacia delante, ni hacia atrás, y por supuesto, tampoco hacia los lados, con el paso firme del que no puede pensar, tan sólo tiene un objetivo, adentrarse en la negrura y fundirse con su bruma.

Y por fin llegué, después de un trecho interminable, llegué al Reino donde pocos recuerdan que hubiera salido el Sol alguna vez, y me refugié del extenuante Sol que rondaba camuflado, aún ahora sigo agotado, pero el objetivo está cumplido.

Y tan sólo estas palabras se cruzaron por mi cabeza, como sin querer.- Sin noche, nunca más volvería a amanecer.- Buff...- pensé - si el día es así, vaya noche me espera...

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