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martes, 25 de septiembre de 2007

Sobre vidrios, silicatos y fosfatos

Quisiera ser un prisma, con sus cuatro lados perfectos, reflejar todo lo que me llegara con un ángulo de inclinación perfectamente conocido, separar las cosas complicadas en colores puros y formar belleza y armonía detrás de mi, me gustaría dar una señal perfectamente conocida que se reflejara en una pantalla como un dato objetivo, limpio e invariable para las veces que reflejara ese mismo haz de luz, ser un aparato con unas condiciones totalmente reproducibles y objetivas...

Y es que la vida del prisma es muy fácil, simplemente no tiene que hacer nada más que dejar que su perfección deslumbre a un detector que tiene acoplado para que le mida la señal y la traduzca a un idioma que nosotros podamos entender, normalmente, tres o cuatro cifras decimales, tan grato es el trabajo de ser prisma.

Pero sin embargo, mientras todos los prismas tienen un halo de perfección allí donde caminan, hay un lado oscuro de la óptica, que les susurra al oído: ningún prisma es perfecto, todos tienen errores, muy pequeños, sí, pero errores, por eso se debe calibrar el aparato antes de ejecutar una medida... Es la pesadilla de todo prisma, su alter ego, que les pone los pies en la tierra de vez en cuando, aunque su señal se aproxime mucho a la perfección, no es perfecta, su misión es fallida, como la de cualquier otro mortal, están construidos para hacer algo que no hacen, como cualquiera de nosotros.

Así que, me tengo que conformar con ser un simple cristal, lleno de imperfecciones, picotazos e incluso alguna que otra rajita pequeña, que se empaña, se contrae y se relaja, depende de lo que tenga a su alrededor que haga subir o bajar su temperatura, que refleja como y donde le viene en gana, ni un centímetro más allá, ni un centímetro más acá, que no vale para reflejar haces de luz de forma cuantitativa, que no vale para verse reflejado uno mismo en él, pues la imagen aparecería borrosa, horrible o magnificada, depende de la situación.
Un simple cristal sin más, pensarían algunos, más, mientras todos los prismas se pueden considerar casi idénticos, los cristales somos únicos, auténticos, y cada uno tiene su forma de ver las cosas, de sentir las cosas y reflejarlas, incluso, hay veces que no reflejamos absolutamente nada, si no que nos quedamos el haz entero de luz para nosotros, y otras veces que nos hacemos totalmente transparentes para que el haz nos cruce como si nada hubiera pasado...

Definitivamente, me quedo con ser un cristal sucio, deleznable, y lleno de imperfecciones, curtido a base del tiempo y los elementos, de sentimientos y sensaciones, con la capacidad de recordar por qué fue producida cada pequeña muesca, cada gran estallido, cada chasquido provocado ya sea por el frío como por el calor, variable e imprevisible, a no ser que le conozcas perfectamente, claro está...

Ahora comprendo por que en cualquier aparato la parte de la óptica es la más encarece el precio final

4 Deja tu comentario, no cobro ;):

Mae dijo...

ojalá hubiese muchos cristales como tú en este mundo (y que conste que no es peloteo)
Sinceramente creo que la perfección no existe y quien presuma de ello es porque tiene mucho que esconder.
Yo tb soy un cristal con muchos defectos, pero te aseguro que muchos/as como yo tienen la pureza necesaria para que se siga conservando la esencia del cristal, del prisma ese del que hablas.
Besos cristalito ;)

Sr.DelGaS dijo...

¡Qué velocidad posteando, acababa de escribirlo!, muchas gracias por todo reina, ojalá hubiera más cristalitos como tu también, sería todo más colorido.

Otro beso para ti reina ;)

Sarilla Malibú dijo...

Ey... sigo flipando con tu blog, pones cosas realmente interesantes.

Este verano he conocido unos cuantos cristales, cuya limpieza y transparencia es increible. Me parece que tu eres uno de ellos.

No pierdas la claridad

Sr.DelGaS dijo...

Muchas gracias reina :D, ya sabes que viniendo de ti siempre es un halago, eso sí, al final voy a terminar por creérmelo :P.

Espero mantenerme limpito, el cristasol, a veces, hace milagros